sábado, 19 de mayo de 2012

Así, un día cualquiera

A veces tardas en darte cuenta de las cosas. En ver que son como son y no hay vuelta de hoja. Que lo que creíste que era no es y lo que es, es...eso y mucho peor.

A veces te encuentras por ahí caminando tú solo sin razones para sonreir, pero tampoco para llorar. Y sientes una especie de vacío que no eres capaz de explicar de dónde sale. Y te paras. Y miras a tu alrededor. En ese momento te das cuenta también de que estás vivo, de que no eres ni parecido a la persona que sentiste que eras ayer, que otros sentimientos y sensaciones te inundan. Te sientes capaz de hacer y decir cosas totalmente diferentes de las que te sentiste capaz ayer. Y ¿por qué?....

Todos dicen que somos seres sociales. Creo que ese es en cierto modo un gran problema. La sociedad, los vínculos entre personas, la necesidad de pertenencia a algún grupo, hacer nacer simpatía hacia nosotros en los demás..... Todo eso no es más que una gran patraña, una gran obra de teatro que sólo hace que nos atemos más a una tremenda bola de nada.

A menudo nos encontramos con sensaciones de tristeza, melancolía o desilusión porque esta persona o aquella te ha hecho no se qué historia que te ha causado un profundo daño. Huímos de la soledad como si fuera la peste. Tratamos de ser seres sociales y no nos damos cuenta de que la única persona que permanece inmóvil, siempre, contigo.....eres tú mismo. ¿De qué sirven entonces los lazos o los sentimientos para con los demás? ¿Sirven para algo más además de para complicarnos la existencia? ¿No sería más fácil cultivar profundamente más lo que hay dentro de uno mismo que lo que uno proyecta hacia el exterior? ¿No seríamos más felices...?
A menudo también buscamos explicaciones de nuestro estado en los comportamientos de los demás, buscamos nuestra felicidad en relación con lo que haga o no haga otra(s) persona(s)....pero....¿nos estamos volviendo locos?

No vemos la profundidad de nuestros actos hasta que no estamos completamente derrotados. No vemos las cosas con claridad hasta que no nos apalean y nos dejan medio k.o. en el suelo. Entonces empiezas a pensar que tal vez hayas metido la pata en algún momento. Que tal vez diste más importancia a esto en vez de a aquello...que tal vez hayas olvidado que tienes Nombre Propio. Y sobre todo que ese Nombre Propio lleva consigo Muchas otras cosas aun más importantes....que pareces también haber olvidado.
Y todo esto...¿exactamente por qué? Ah sí....por los demás.
Bueno no, en realidad por los demás y porque no somos lo suficientemente independientes, pero sí somos lo suficientemente estúpidos como para no ser capaces de razonar, de utilizar este magnífico raciocinio del que nos ha dotado la naturaleza y que a veces debe ser que reducimos su tamaño (aun no sé exactamente a través de qué proceso) al de un átomo ridículo y lo mandamos a freir espárragos. Exactamente al mismo punto al que después de hacer el imbecil mandas todos esos sentimientos que (casualmente) te han acompañado durante la presencia de tu irracionalidad absurda. ¡¡Qué bien!!

Total que estás nosécuántísimotiempo creándote una burbuja de sinsentido carente de todo simplemente porque crees que quien tienes delante es "diferente", o "te hace sentir" no sé cuántas gilipolleces que lo único que hacen es anular la persona que realmente eres. Vale. Y luego criticamos a las sectas. ¿Alguien me explica cuál es la diferencia? Joder. Iba a decir el dinero quizá esté en medio de esa explicación, pero realidad se me empiezan a amontonar ideas sobre la mezcla de dinero y desilusión y mil historias más, así que repito...¿alguien puede explicarme cuál es la diferencia....?

Así que aquí estamos, una vez más asquerosamente unidas, mis ganas de matar a alguien y yo. No me gusta el alcohol, pero ¡joder! creo que si lo tuviera a mano sería capaz de tomarme un whisky doble. Así, a lo bohemio. Pero como no es así, creo que pensaré en tatuarme "gilipollas" en todas las partes de mi cuerpo que alcance a ver sin necesidad de mirarme en un espejo. Así me será más fácil recordar lo estúpidos que somos a veces, y lo poco que (en realidad lo creo) merece la pena nadie.